En nuestros días, los sucesos agrícolas ya no tienen para nosotros mayor relevancia; no es importante para nosotros saber cuándo es la época en que debe llover, en que se debe sembrar, en que se debe segar, trillar y almacenar el grano, puesto que nuestras sociedades modernas han pasado de ser agrícolas a urbanas.
Es por ello que hemos dejado de darle importancia a las épocas y a las estaciones. Pero antiguamente no era así, toda la población en tiempos bíblicos vivía pendiente de los diferentes fenómenos climáticos (Lucas 21:29-30 / Mateo 16:2-3), pues de eso dependía su vida, ya que un cambio en el clima, por ejemplo, podía derivar en una hambruna catastrófica (1 Reyes 17:1 /1 Reyes 17:12).
El calendario por el que se regían en tiempos bíblicos es muy diferente al que usamos hoy en día. Ello debido a que los calendarios más antiguos se centraban en las siegas y las cosechas. Los hombres en aquellas épocas vivían pendientes de todos los fenómenos climáticos pues de eso dependía su vida.
Pero con el paso del tiempo el imperio romano comenzó a imponer un calendario solar, en el cual ya ni las siegas ni las cosechas tenían la importancia primordial de otros tiempos, sino las mejores épocas para el desplazamiento de tropas y caravanas comerciales.
Así que decidieron que el primer mes ya no tenía caso que fuera el de la cebada, sino que lo trasladaron a enero, en el que de ese lado del mundo la lluvia y la nieve comenzaban a ceder y la duración del día empezaba a aumentar su duración e intensidad.
Por ello es que para los habitantes del antiguo Israel el año o ciclo comenzaba entre los meses que hoy conocemos como marzo y abril (Éxodo 12:2).
El calendario hebreo: la cuenta de los meses en el antiguo Israel
El calendario hebreo era lunisolar, esto es, que se guiaban por el sol y la luna para la cuenta del tiempo (Génesis 1:14). Acorde a la ley que fue entregada a Moisés, el mes de Pascua, que ocurría generalmente entre nuestros meses de marzo y abril, debía contarse como el primer mes:
“Este mes os será principio de los meses; para vosotros será este el primero en los meses del año”. Éxodo 12:2
De tal forma que la cuenta del antiguo calendario hebreo –acorde a nuestros meses– quedaría así:
1er. mes: marzo-abril
2o. mes: abril-mayo
3er. mes: mayo-junio
4o. mes: junio-julio
5o. mes: julio-agosto
6o. mes: agosto-septiembre
7o. mes: septiembre-octubre
8o. mes: octubre-noviembre
9o. mes: noviembre-diciembre
10o. mes: diciembre-enero
11o. mes: enero-febrero
12o. mes: febrero-marzo
Si tenemos en cuenta este sencillo calendario, podemos conocer las temporadas en las que acontecieron diferentes sucesos bíblicos, por ejemplo, el siguiente, ocurrido en Egipto, acorde a lo que ya dijimos, debió acontecer entre los meses de febrero y marzo:
“El lino, pues, y la cebada fueron destrozados, porque la cebada estaba ya espigada, y el lino en caña. Mas el trigo y el centeno no fueron destrozados, porque eran tardíos”. Éxodo 9:31-32
Podemos saber lo mismo con el desarrollo del libro de Rut, el cual seguramente ocurrió entre marzo y abril:
“Así volvió Noemí, y Rut la moabita su nuera con ella; volvió de los campos de Moab, y llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada”. Rut 1:22
O también este curioso suceso, que ocurrió entre nuestros meses de noviembre y diciembre, los más lluviosos de aquel entonces.
“Así todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron en Jerusalén dentro de los tres días, a los veinte días del mes, que era el mes noveno; y se sentó todo el pueblo en la plaza de la casa de Dios, temblando con motivo de aquel asunto, y a causa de la lluvia”. Esdras 10:9
O lo ocurrido a Noé que plantó una viña y se embriagó. Y como ya dijimos en entradas anteriores, el vino se obtenía alrededor del séptimo mes, así que ocurrió entre nuestros meses de septiembre y octubre.
“Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña; y bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda”. Génesis 9:20-21
Me he tomado el tiempo para mencionar lo anterior, porque no es casualidad que mucho de lo ocurrido en la Palabra haya sido escrito con sus respectivas fechas, sino porque hay un llamado específico para nuestros corazones en cada una de ellas. Y es que estamos hechos de la tierra(Génesis 2:7) y por tanto nos comportamos de la misma manera que esta.
Las siete especies
“Es una tierra donde hay trigo, cebada, viñedos, higueras, granados, olivos y miel”. Deuteronomio 8:8
Si bien posiblemente ya no sean el elemento predominante en la dieta de los habitantes modernos, las siete especies bíblicas que eran el alimento básico que consumía el pueblo en Israel durante los tiempos bíblicos continúan presentes en grandes áreas del campo del paisaje local.
El trigo:
En tiempos bíblicos al igual que ahora, el pan era el elemento básico de la dieta local. El clima de Israel es ideal para el cultivo del trigo. En los fríos y húmedos meses de diciembre y enero los sembradíos son de un intenso verdor, que se torna en dorado al llegar la estación seca.
La cebada:
En la antigüedad la cebada preparada en forma de tortas era la comida de los pobres. El ganado también era alimentado con este cereal. En la actualidad, este cereal ha pasado a ser empleado en sopas y guisos. El uso más común de la cebada hoy en día en Israel es como el ingrediente básico de la cerveza, que se vende en botellas y en latas y en los bares se sirve de barril.
La uva:
El vino también era usado como medicamento. Durante el sofocante calor de fines del verano, las parras tiñen el campo de un bienvenido color verde al empezar a madurar su fruto. Como en los tiempos bíblicos las vides se podan en enero y la vendimia ocurre entre los meses de septiembre y octubre.
El higo:
Según la Biblia, Adán y Eva usaron hojas de higuera para cubrir su desnudez. En tiempos bíblicos el higo se comía fresco o como condimento y además era usado para hacer miel y alcohol. El higo en sí, maduro a mediados del verano, es hoy un en día un caro manjar. De hecho, lo mejor es comerlo directamente del árbol al caer la tarde, después de haberse tostado naturalmente al sol. Los higos secos cubiertos en azúcar también son muy populares.
La granada:
En tiempos bíblicos la granada se empleaba para preparar sidra y condimentos, además de su función como tintura. Los árboles de granada son muy comunes en los jardines israelíes. El árbol con sus hojas verdes y sus flores rojas se llena de frutos entre septiembre y octubre. Las redondas frutas rojas son arrancadas para decorar la Sucá (cabaña o enramada) durante la fiesta de Tabernáculos. En la actualidad la granada se come tradicionalmente en Año Nuevo y ocasionalmente se la emplea para sazonar comidas.
La oliva:
El aceite de oliva se usaba para cocinar, para encender lámparas, como jabón y medicamento para la piel. Quizá más que ningún otro fruto, la oliva o aceituna evoca esta tierra. Las retorcidas ramas de los antiguos olivos que crecen en las terrazas de las laderas en Israel parecen emanar una sabiduría acumulada del haber presenciado siglos de historia humana, pues como en los días de Noé, la rama de olivo sigue siendo el símbolo de la paz.
La miel:
En tiempos bíblicos los dátiles se usaban para hacer miel y algunos creen que la frase «una tierra que mana leche y miel» pudiera referirse a la miel del dátil. Antiguamente la palmera datilera solo crecía en el valle del Jordán, pero con modernas técnicas de irrigación la palmera ha echado raíces cerca del Mar Muerto e incluso más al sur.
Antiguamente, los meses no tenían nombre, solo se les identificaba por medio de un número (primero, segundo, tercero, etc.). El calendario por el cual nos regimos actualmente lo elaboraron los romanos, basándose en calendarios anteriores. Con el tiempo, en lugar de identificarlos por número, les fueron asignando nombres a los primeros meses, a los cuales les conferían mayor importancia. Solo llegaron hasta agosto. De esa antigua cuenta nos quedan los nombres de nuestros últimos meses del año:
- Septiembre: séptimo
- Octubre: octavo
- Noviembre: noveno
- Diciembre: décimo
Acorde a la deidad a la que iban a consagrar ese mes, los romanos nombraron los meses de la siguiente manera:
Enero: Mes consagrado al dios Jano o Iano, protector de las puertas. De este nombre derivan palabras como año o anuario.
Febrero: Mes consagrado al dios Febo, el sol. De este nombre provienen palabras como fiebre.
Marzo: Mes consagrado a Marte, dios de la guerra. De este nombre provienen palabras como marcial o martes.
Abril: Mes consagrado a la diosa Afrodita, quien abría las flores. De este nombre proceden palabras como abrir o apertura.
Mayo: Mes consagrado a la diosa Maia, de los cultivos. De este nombre proceden palabras como mayor.
Junio: Mes consagrado a la diosa Juno, deidad del matrimonio. De este nombre proceden palabras como júnior o joven.
Julio: Mes consagrado a Julio César, pues fue declarado dios.
Agosto: Mes consagrado a Augusto César, pues también fue declarado dios.
Este contenido es parte del estudio bíblico:
La profecía bíblica y su relación con el ciclo agrícola en el antiguo Israel