El Israel celestial

‘…no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas». 2 Corintios 4:18

Es totalmente comprensible que una vez conociendo nuestra pertenencia al pueblo elegido corramos a indagar más sobre ello. Sin embargo debemos hacer un alto y reflexionar sobre los ámbitos en los que debemos ahondar en nuestro conocimiento de ello. A mi entender no debe ser en el campo de los logros humanos, hablo por supuesto de la Genética y demás ciencias afines, que aunque son sorprendentes y sumamente interesantes, no es ahí donde debemos gastar nuestro tiempo y energías, sino en lo sobrenatural y eterno y enseguida voy a explicar porqué pienso así:

¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es el propósito de mi vida? ¿Existe un destino?

Desde siempre la Humanidad se ha hecho preguntas tales como ¿De dónde venimos antes de nacer? ¿A dónde vamos después de morir?

Todo está en la Escritura. Es ahí donde hallaremos las respuestas que buscamos acerca de nuestra procedencia antes de nacer y nuestra trascendencia después de morir, pues fue para eso que la Palabra ha sido fijada por escrito: para que quienes perteneciendo al pueblo elegido y vamos arribando -entendiblemente confundidos y desorientados- a este mundo obtengamos la información necesaria hacia dónde continuar nuestro rumbo.

«Antes que te formase en el vientre te conocí…» Jeremías 1:5

Antes de nacer ya estábamos en la mente de Dios (Efesios 1:4-5), por su voluntad fuimos formados en el vientre de nuestra madre. Al nacer cumplimos un propósito Divino el cual nos es necesario conocer a fin de tomar el camino correcto de regreso a nuestro Creador (Eclesiastés 12:7).

«Mis días son como sombra que se va, y me he secado como la hierba». Salmo 102:11

«Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae». 1 Pedro 1:24

Nuestra permanencia en este mundo es necesariamente breve. Y ello se debe a que -al igual que las tribus en el desierto- solo estamos de paso al que será nuestro destino definitivo y eterno, el cual nosotros tendremos la oportunidad de decidir aquí, en esta estancia PROVISIONAL.

«El camino de la vida es hacia arriba al entendido, para apartarse del Seol abajo». Proverbios 15:24

El llamado de Dios a su pueblo por medio de su Mensaje

Tal como el salmón, el cual -oyendo el llamado de la naturaleza- tiene que sortear inmensas dificultades río arriba para llegar a su reposo y destino final, los hijos de Dios debemos pasar por las pruebas de este mundo -engaño, aflicción y tentación (Mateo 4:1-11)- antes de llegar ante el Padre, desde cuya morada nos hace su llamado para encontrarle ahí mismo, donde reposaremos PARA SIEMPRE de nuestro arduo trayecto (Hebreos 4:9-11 / Apocalipsis 14:13).

Pero igual que el salmón, los de cuya especie no todos llegan a su destino sino solo los mejores y los más aptos, no todos los que sean llamados llegarán al Cielo (1 Corintios 10:1-14).

«Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos». Mateo 20:16

«Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan». Mateo 7:13-14

«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos». Mateo 7:21

La Palabra de Dios nos guía hacia nuestro destino en la vida eterna. Son las instrucciones precisas y directas que, desde su morada, Dios -en su infinita Misericordia- nos extiende para seguir el camino que nos llevará ante Él.

Al llegar a esta vida y comenzar a adquirir conciencia, intuimos que hay algo importante lo cual deberíamos conocer. Sin sosiego, muy comúnmente comenzamos a buscar en otros lugares la respuesta que desde hace miles de años está escrita en la Palabra aguardando por nosotros:

QUIÉNES SOMOS Y A DÓNDE PERTENECEMOS

Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas

«Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia». Génesis 15:5

La Palabra dice que somos los hijos de la Promesa dada a Abraham (Romanos 9:6-11 / Romanos 9:24-27 / Efesios 3:3-6 / Gálatas 3:29). SOMOS LOS DESCENDIENTES DE ABRAHAM, LAS TRIBUS DE ISRAEL.

«No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras [de la ley] sino por el que llama)». Romanos 9:6-11

El cumplimiento de la Promesa

Así, la Promesa dada a nuestro ancestro Abraham tendrá su cumplimiento pleno y glorioso al final de los tiempos, cuando las tribus sean reunidas en un solo pueblo. ¡En eso debemos fundamentar nuestra esperanza!

«…de cierto te bendeciré, y MULTIPLICARÉ TU DESCENDENCIA COMO LAS ESTRELLAS DEL CIELO Y COMO LA ARENA QUE ESTÁ A LA ORILLA DEL MAR; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos». Génesis 22:17

«Con todo, será el número de los hijos de Israel COMO LA ARENA DEL MAR, QUE NO SE PUEDE MEDIR NI CONTAR. Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente». Oseas 1:10-11

«Después de esto miré, y he aquí UNA GRAN MULTITUD, LA CUAL NADIE PODÍA CONTAR, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos…» Apocalipsis 7:9

«COMO NO PUEDE SER CONTADO EL EJÉRCITO DEL CIELO, NI LA ARENA DEL MAR SE PUEDE MEDIR, así multiplicaré la descendencia de David mi siervo, y los levitas que me sirven». Jeremías 33:22

Las tribus terrenales y las tribus celestiales

“…de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia COMO LAS ESTRELLAS DEL CIELO y COMO LA ARENA QUE ESTÁ A LA ORILLA DEL MAR; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos.” Génesis 22:17

Analizando la promesa hecha a nuestro padre Abraham, notamos que menciona dos elementos simbólicos: las estrellas y la arena, uno celestial y el otro terrenal. Tales elementos simbolizan el estado presente y futuro de las tribus porque si bien somos ahora mismo parte del Israel terrenal (arena) en la Resurrección seremos el Israel celestial (estrellas).

Hemos dicho que es la Sangre de nuestro Señor Jesucristo la que nos hace miembros genuinos de las tribus. Pero la profecía que acabamos de leer nos deja bien puntualizado que si bien ahora somos parte de un pueblo terrenal nuestro destino es pertenecer al pueblo celestial.

Significado espiritual de Israel

El nombre Israel viene del término hebreo Yisra’el (Strong H#3478) a su vez compuesto por las palabras Yisra (Strong #H8280), que significa lucha, pelea, batalla, soldado, etc; y por la palabra el (Strong #H410) que significa poder o poderoso. Término genérico éste con el que se nombraba a todas las deidades del Antiguo Oriente Medio, pues alude a un poder más allá de lo humano, es decir sobrenatural o de origen divino -un dios o potestad-. Quizá sería bueno anotar que aunque este término está vinculado no es el mismo que Elohiym (Strong #H430), el cual sí alude directamente al Poderoso de Israel.

El nombre de Israel puede entenderse como Dios Prevalece y alude a la lucha y la victoria tanto contra lo natural como contra lo sobrenatural; lo terrenal y lo celestial.

Por tanto, El Señor está preparando a la Casa de Judá y a la Casa de Israel para levantarlos al final de los días -ya lo dijimos, en la Resurrección- e incorporarlos a Su ejército celestial, Israel, el cual librará la batalla decisiva: El Armagedón (Apocalipsis 19:19 / Apocalipsis 16:13-16).

Aunque de ese tema hablamos más holgadamente en mi trabajo titulado LA MARCA DE LA BESTIA, dejaré anotada una de las profecías que anuncian tal evento, para que medites en ella:

“Vienen de lejana tierra, de lo postrero de los cielos, El Señor y los instrumentos de su ira, para destruir toda la tierra”. Isaías 13:5

Y así, tal como Josué y sus huestes echaron de la Tierra Prometida a los que sin derecho a ella la habitaban, nuestro Josué (Yoshua, Yeshúa, Ieshu, Jesús) comandará el ataque relámpago (Isaías 17:14 / Isaías 29:5 / Mateo 24:27) que desalojará a quienes, usurpándola, estarán en ese entonces ocupando la Tierra que no les pertenece (Apocalipsis 13:6-8 / Apocalipsis 11:2).

¿Podemos saber a cuál tribu pertenecemos?

Sabiendo que llevamos la sangre del patriarca Israel en nosotros es completamente válido preguntarse si acaso será posible conocer si pertenecemos a una tribu en particular. Sin embargo, antes de indagar en este asunto por favor consideremos lo siguiente:

“…más aún, todas las naciones dirán: ¿Por qué hizo esto El Señor a esta tierra? ¿Qué significa el ardor de esta gran ira? Y responderán: Por cuanto dejaron el pacto de El Señor el Dios de sus padres, que él concertó con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto, y fueron y sirvieron a dioses ajenos, y se inclinaron a ellos, dioses que no conocían, y que ninguna cosa les habían dado. Por tanto, se encendió la ira de El Señor contra esta tierra, para traer sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro; y El Señor los desarraigó de su tierra con ira, con furor y con grande indignación, y los arrojó a otra tierra, como hoy se ve. LAS COSAS SECRETAS PERTENECEN A EL SEÑOR NUESTRO DIOS; MAS LAS REVELADAS SON PARA NOSOTROS Y PARA NUESTROS HIJOS PARA SIEMPRE, PARA QUE CUMPLAMOS TODAS LAS PALABRAS DE ESTA LEY.” Deuteronomio 29:24-29

Conocer que es debido a la sangre de nuestros ancestros de la Casa de Israel que hemos sido buscados, encontrados, llamados, sellados y aceptados de vuelta en el pueblo de Israel es algo que nos debe llenar de júbilo, asombro, agradecimiento y temor de Dios, pero, como ya lo dijimos varias veces en este trabajo, no debemos dejar nunca de tener en cuenta que NO es la sangre de nuestros ancestros lo que nos da la salvación eterna, sino LA SANGRE DE JESUCRISTO que fue dada por su pueblo por la Misericordia del Padre Celestial que no se olvidó de nosotros (2 Corintios 5:17).

«No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos SEGÚN LA PROMESA son contados como descendientes». Romanos 9:6-8

Teniendo ello en cuenta considero que, por ahora, el grado y demás detalles de nuestra pertenencia a tal o cual tribu es parte de lo que no nos hace falta conocer, ya que no depende de ello nuestra trascendencia, y por tanto no deberíamos gastar nuestro tiempo y energías ahondando en eso, sino en difundir las Buenas Noticias.

“…ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora.” 1 Timoteo 1:4

“Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho.” Tito 3:9

Pero vendrá el tiempo en que todas las cosas -esa en particular, incluida- serán reveladas y restauradas por completo y dejarán de ser un misterio, pues -como las profecías establecen- cuando regrese El Señor Jesucristo, una de sus primeras tareas (Apocalipsis 20:4) será determinar nuestro origen tribal para restituirnos a cada uno al territorio y labor de nuestra tribu correspondiente (Jeremías 16:15 / Jeremías 23:3 / Isaías 11:12 / Zacarías 10:6 / Ezequiel 36:16-38 / Ezequiel 37:11-28 / Ezequiel 45:8), cosa que a Él y solo a Él se le ha dado hacer, pues ha sido Ungido para ello.

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca [brillante, pulida], y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”. Apocalipsis 2:17

En esta profecía, el maná escondido (Éxodo 16:33 / Hebreos 9:3-4) representa a todo el conocimiento que en esta vida permanecía oculto (Éxodo 16:15), mas en la otra nos será revelado (1 Corintios 13:12); mientras que la piedrecita que se describe como blanca, cuya palabra correspondiente en Griego es leukos (Strong #G3022), es más bien una piedrecita resplandeciente, pulida o brillante, tal como las doce piedras del pectoral del sumo sacerdote, cada una de las cuales tenía inscrito el nombre de una de las tribus de Israel.

“Harás asimismo el pectoral del juicio de obra primorosa, lo harás conforme a la obra del efod, de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Será cuadrado y doble, de un palmo de largo y un palmo de ancho; y lo llenarás de pedrería en cuatro hileras de piedras; una hilera de una piedra sárdica, un topacio y un carbunclo; la segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante; la tercera hilera, un jacinto, una ágata y una amatista; la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe. Todas estarán montadas en engastes de oro. Y las piedras serán según los nombres de los hijos de Israel, doce según sus nombres; como grabaduras de sello cada una con su nombre, serán según las doce tribus”. Éxodo 28:15-21

Así que quizá sea bueno preguntarnos -antes de comenzar a indagar sobre nuestra pertenencia al pueblo terrenal actual- si no será mejor volcar todas nuestras energías en ahondar en el conocimiento de nuestra pertenencia al Israel celestial del futuro.