El grano o semilla de mostaza: entendimiento espiritual de la parábola

De la enseñanza del grano o semilla de mostaza bien se podrían escribir una montaña de libros todos asombrosos:

“También dijo: ¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola nos sirve de comparación? Puede compararse con el grano de mostaza, que al sembrarlo en la tierra es la más pequeña de todas las semillas, pero que después de sembrada crece hasta convertirse en la más grande de todas las plantas, y echa ramas tan grandes que aun las aves pueden poner su nido bajo su sombra.” Marcos 4:30-32 RVC

En las comparaciones de la semilla de mostaza El Señor nos habla en los términos más sencillos de algo cuya estructura es sumamente compleja: los milagros. Haciéndonos entender que a toda persona que tenga la fe necesaria (Hechos 3:1-10) le será posible realizarlos:

“Jesús les dijo: Porque ustedes tienen muy poca fe. De cierto les digo, que si tuvieran fe como un grano de mostaza, le dirían a este monte: “Quítate de allí y vete a otro lugar”, y el monte les obedecería. ¡Nada sería imposible para ustedes!” Mateo 17:20 RVC

La parábola del grano o semilla de mostaza y el mundo espiritual

Es imposible hablar de esta enseñanza de nuestro Señor Jesucristo sin entrar en el terreno de la metafísica, puesto que habla de aquello que surge en lo inmaterial para trascender a lo material. Pero trataré de exponer la parábola en los términos más claros posibles.

A lo largo de toda la Escritura encontramos un tema del que se habla constantemente: la existencia de un mundo alterno al tangible en el que habitamos. Las comparaciones de la semilla de mostaza siguen esa tónica, pues nos acercan a una realidad que aunque invisible e intangible sin duda alguna que es real (Romanos 1:20 / Colosenses 1:15-16 / 1 Timoteo 1:17 / Hebreos 11:27):

“Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. 2 Corintios 4:18 RVC

Hay una razón por la cual la Biblia se da a la tarea incesante de despertar nuestra conciencia a la existencia del plano espiritual y ello es con el fin de que nos sensibilicemos al hecho de que luego de abandonar el cuerpo físico mantendremos una estancia provisional en esa otra realidad.

Un ejemplo de ello lo tenemos en la vivencia de Lázaro y el hombre rico (Lucas 16:19-31) la cual sucede precisamente en ese plano inmaterial posterior a esta vida.

Todos quienes seguimos al Señor anhelamos alcanzarle en ese otro reino que existe a la par del nuestro: el reino espiritual (Lucas 17:21 / 2 Corintios 12:2) y nuestra esperanza es que cuando cerremos por última vez los ojos físicos y nuestro ser interior se separe del cuerpo material (2 Pedro 1:14) permaneceremos en el Paraíso (Lucas 23:43 / 2 Corintios 12:4 / Apocalipsis 2:7) hasta que seamos resucitados con un cuerpo nuevo (1 Corintios 15: 35-58 / Mateo 22:30 / Lucas 16:19-31).

Cuando ocurra, esa experiencia será muy parecida a un sueño. Por ello en la Biblia cuando un creyente muere se dice que duerme (Marcos 5:39 / 1 Tesalonicenses 4:13/ 1 Corintios 15:6), porque –como ya dije– las vivencias que tengamos en ese intermedio serán parecidas a una ensoñación, pero también porque luego de ello despertaremos a una nueva vida (Juan 5:29) ya con un cuerpo nuevo (1 Corintios 15:35-54).

Así, en la parábola o comparación de la semilla de mostaza El Señor continúa esa línea de la que ya hemos estado hablando, en la que se nos revela que existe otro plano alterno al material o tangible:

“Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”. Juan 18:36

“Cuando los fariseos le preguntaron cuándo había de venir el reino de Dios, él les respondió: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni se dirá: Aquí está, o Allí está; porque el reino de Dios está entre ustedes”. Lucas 17:20-21 RVC

Pero también nos deja entrever algo significativo acerca de los milagros, de lo cual hablaremos a continuación.

El grano o semilla de mostaza y los milagros

“al sembrarle en la tierra es la más pequeña de todas las semillas”

La semilla de mostaza es un minúsculo grano que luego de ser sembrado se transforma en un arbusto enorme. El Señor la usa en su comparación porque es una cosa diminuta de la cual asombrosamente brota algo abundante y enorme. De la misma forma todo milagro que brota en el mundo material tiene su origen en el mundo espiritual, donde no se ve.

Tanto en términos físicos como metafísicos el tamaño puede ser engañoso, pues en ambos apartados la densidad es lo que cuenta. En el plano físico un grano de mostaza es algo insignificante, pero no lo es si lo situamos en el reino espiritual donde todo es etéreo. Por su densidad en ese lugar el grano de mostaza sería una mole.

Las comparaciones del grano de mostaza nos hablan de una semilla que perteneciendo al mundo material o físico mediante la fe consigue ser trasladada para su siembra en el plano espiritual.

Igual que una semilla que se siembra bajo tierra y queda apartada de la vista, aquello que es sembrado en lo espiritual –que siempre es interior– permanece en lo invisible hasta que trasciende a lo físico y se puede ver.

Un milagro es un hecho que tiene su inicio en el reino intangible y de ahí pasa al plano tangible. Se gesta en el plano espiritual o invisible y trasciende al material.

Cuando el milagro permanece latente en el mundo espiritual es igual a la semilla que está bajo tierra, pero una vez que el milagro trasciende del mundo espiritual al plano físico se asemeja al enorme arbusto que brota fuera de la tierra y queda por fin a la vista de todos.

Hay milagros que nos parecen pequeños (Mateo 17: 27) y milagros que nos parecen grandes (Josué 10:12-13). El tamaño no define al milagro, sino su procedencia. El milagro siempre germinará desde el plano espiritual.

La fe es con lo que se moldea todo milagro, sin fe el milagro es imposible:

“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. Santiago 1:6

“Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos”. Mateo 13:58

Sembrar en la tierra la minúscula semilla de mostaza equivale a labrar en el mundo espiritual para obtener fruto en el mundo material. Al igual que el diminuto grano que no se ve, pero se convierte en un enorme arbusto, tampoco aquello que se pida con fe será visible al principio:

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1

La fe proviene de oír la Palabra de Dios:

“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Romanos 10:17

Sin embargo, ante Dios la fe para obrar milagros no sirve para satisfacer deseos vanos, frívolos o egoístas:

“Y cuando piden algo, no lo reciben porque lo piden con malas intenciones, para gastarlo en sus propios placeres.”. Santiago 4:3 RVC

Y así como la transformación de una semilla comienza bajo tierra, apartada de la vista de todos, también los milagros, incluso los más grandes, han de comenzar en la buena tierra, que es el corazón el cual es parte del mundo espiritual pues es nuestro ser interior, pero ese ya será tema de otro estudio.

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Este contenido es parte de la serie:

Parábolas y milagros de Jesucristo y su significado espiritual

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