El evangelio de Lucas recoge la enseñanza de un hombre rico el cual pensando en qué hacer con tanta riqueza pensó en derribar sus graneros viejos y levantar en su lugar otros más grandes:
“También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. Lucas 12:16-21
En esta parábola El Señor Jesucristo nos hace reflexionar acerca de cuáles son las riquezas verdaderas.
La temporada de Tabernáculos
“Honra a El Señor con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; Y serán llenos tus graneros con abundancia y tus lagares rebosarán de mosto”. Proverbios 3:9-10
Aunque no lo dice abiertamente, podemos deducir que la historia transcurre durante la temporada en la que culminaba la cosecha (Éxodo 23:16) cuando los graneros rebosaban llenos de trigo y cebada y en los lagares, donde ya se comenzaba a pisar la uva para convertirla en vino, se cantaban las mismas canciones de regocijo (Jeremías 25:30 / Jeremías 48:33) a las que todo el pueblo se sumaba (Salmos 133:1) en el festival más feliz del ciclo agrícola (Salmos 118:15).
En esa temporada que ocurría al final del ciclo agrícola –de cara a la Fiesta de Tabernáculos–, como en ninguna otra, los corazones de la gente rebosaban de alegría, porque todo el año habían trabajado arduamente y esta era la estación en la que se disfrutaba de lo que con tanto esfuerzo se había sembrado y cosechado:
“La fiesta solemne de los tabernáculos harás por siete días, cuando hayas hecho la cosecha de tu era y de tu lagar. Y te alegrarás en tus fiestas solemnes, tú, tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, y el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que viven en tus poblaciones. Siete días celebrarás fiesta solemne a El Señor tu Dios en el lugar que Él escogiere; porque te habrá bendecido El Señor tu Dios en todos tus frutos, y en toda la obra de tus manos, Y ESTARÁS VERDADERAMENTE ALEGRE”. Deuteronomio 16:13-15
Lo notable de todo esto es que, aunque el hombre rico de la parábola aparentemente hace lo que la Escritura manda, que es estar verdaderamente alegre, aun así se le llama necio. ¿Por qué?
El mandato de estar verdaderamente alegre
Nuestro Señor le llama necio, porque lo que el hombre de la historia hace no es estar verdaderamente alegre. Para saber lo que significa ello deberemos entender antes qué son las riquezas verdaderas.
¿Qué sucedía en el corazón de los israelitas cuando veían los graneros repletos de grano, y el vino estaba a punto de estar listo? Pues lo mismo que en el nuestro cuando recibimos abundancia de bienes terrenales, que estallamos en júbilo a más no poder.
Las riquezas de aquellos tiempos consistían en tener para comer, porque al no estar el alimento asegurado, la mayor preocupación y afán de los hombres era el qué iban a comer ese día (Lucas 12:29), pero una vez teniendo el problema resuelto, las preocupaciones terminaban.
Y ese es precisamente el efecto que causan las riquezas terrenales. Por eso nos afanamos tanto buscándolas, porque, aunque sea por tan solo un lapso de tiempo, sí que nos quitan las preocupaciones dándonos con ello felicidad.
Las riquezas verdaderas
Pero acorde al pensamiento bíblico todo lo físico, lo tangible, lo visible es pasajero; en cambio lo espiritual que es invisible siempre será lo verdadero porque es eterno:
“Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. 2 Corintios 4:18 RVC
Las riquezas terrenales no son duraderas (Mateo 6:19) ni sirven en la otra vida. Así es que lo que nos conviene más es sembrar en esta tierra, para cosechar con júbilo en la siguiente vida (Mateo 6:20 / Salmos 126:5):
“Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas”. Apocalipsis 3:17-18
Todo lo que cosechemos allá, durará para siempre (1 Pedro 1:4). Así que las riquezas verdaderas son las que duran por toda la eternidad.
Cuando la Escritura habla en términos de abundancia bienaventurada debemos ser muy cuidadosos en entender exactamente lo que quiere decir, pues a menudo, cuando Dios habla de riquezas, lo primero que el corazón humano desea entender son riquezas terrenales.
El regocijo no debe surgir en nuestros corazones porque nuestros graneros terrenales estén llenos, sino porque nuestros graneros celestiales, los que estamos llenando para la otra vida, están rebosando cada día más (Marcos 10:21 / Lucas 12:33 / Lucas 18:22).
Estar verdaderamente alegre es pues, la alegría por las riquezas verdaderas, que no son de esta tierra porque son espirituales y eternas (2 Corintios 4:18). El hombre de la historia era necio porque no quería entender que las riquezas verdaderas no son de esta tierra (Juan 4:23) y su alegría provenía de algo que estaba a punto de terminar.
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”. Mateo 6:19-20
El joven rico, la perla de gran precio y el tesoro escondido
Esta misma enseñanza la encontramos en la historia del joven rico (Mateo 19:16-22) que se acercó a preguntarle al Señor qué cosa buena debía hacer para tener la vida eterna:
“Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme. Cuando el joven oyó esto, se fue triste, porque era muy rico”. Mateo 19:21-22
También encontramos las riquezas de la siguiente vida simbolizadas en la parábola del tesoro escondido. Ahí la Palabra nos da a entender que quien las encuentre, al darse cuenta de su enorme valor, sin pensarlo venderá todo lo material que posee a fin de acceder a estas:
“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”. Mateo 13:44
Y en la de la perla de gran precio, en la que igualmente quien halle las riquezas de la siguiente vida, si tiene inteligencia cambiará todo lo que posee en esta para acceder a las eternas:
“También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró”. Mateo 13:45-46
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Parábolas y milagros de Jesucristo y su significado espiritual