En el capítulo anterior te expliqué que el ciclo agrícola en el Israel bíblico se dividía en dos estaciones: la lluviosa y la seca.
En este capítulo analizaremos las lluvias tempranas, torrenciales y tardías en el antiguo Israel y su relación con la profecía bíblica y en el siguiente haremos lo propio con la estación seca.
Significado espiritual de la lluvia: la Palabra de Dios
“Si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”. Malaquías 3:10
La bendición de Dios se derrama en la tierra en forma de lluvia la cual hace posible que los campos se llenen de pastos verdes para el ganado; que los manantiales fluyan con agua viva; y que la tierra vuelva todos los años a ser fértil para dar alimento en abundancia.
La lluvia devuelve su vida a la tierra. Así como la tierra, que por muy buena que sea, cuando se seca y se pone dura ya nada puede penetrar en ella y hacerla producir, pero al caerle la lluvia se ablanda y vuelve a ser fértil para ser sembrada; también el corazón del hombre, por muy bueno que sea, sucede que se seca y se pone duro, y es entonces que necesita la Palabra de Dios para reblandecer y volver a la vida:
“Visitas la tierra, y la riegas; En gran manera la enriqueces; Con el río de Dios, lleno de aguas, preparas el grano de ellos, cuando así la dispones. Haces que se empapen sus surcos, haces descender sus canales; La ablandas con lluvias, bendices sus renuevos”. Salmo 65:10-11
Esta misma lluvia sin la cual la vida en lo terrenal no es factible en lo espiritual significa la Palabra de Dios (Juan 3:5) sin la que en lo espiritual tampoco la vida eterna es posible (Juan 6:63).
Los efectos de la lluvia en la tierra son los mismos que los efectos de la Palabra en el corazón humano: la reblandecen y le dan nueva vida. Así como la lluvia hace que la tierra produzca fruto en abundancia, la Palabra hace dar frutos espirituales que producen salvación (Gálatas 5: 22-26 / 2 Pedro 1:5-8).
Mientras que la tierra es nuestro corazón (Lucas 8:8) la Palabra es la semilla (Lucas 8:11) y el Espíritu Santo es la lluvia que la hace germinar. Ambos vienen de Dios, pues Él da tanto la semilla (2 Corintios 9:10) como la lluvia (Salmo 65:10).
Tal como la lluvia, que cambia el árido paisaje de Israel y milagrosamente lo vuelve fértil y verde, y con ello da abundantes pastos para los rebaños y cultivos para el pueblo, así también en lo espiritual la Palabra es nuestro alimento no solo abundante, sino también delicado.
Así pues, las lluvias simbolizan la Palabra de Dios que desciende del cielo para darnos vida eterna:
“Porque COMO DESCIENDE DE LOS CIELOS LA LLUVIA Y LA NIEVE, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, ASÍ SERÁ MI PALABRA QUE SALE DE MI BOCA; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para qué la envié”. Isaías 55:10-11
Los tres momentos de la Palabra de Dios en la Historia de Israel
Igual que la estación lluviosa la cual se compone de tres eventos naturales, la Palabra de Dios descendió en tres momentos de la Historia de Israel:
1.- Las tablas de la Ley entregadas a Moisés
2.- El Señor Jesucristo
3.- El Espíritu Santo
Así que la lluvia es el símbolo de la Palabra de Dios, ya que proviene del cielo y su pureza es limpiadora. Por tanto, los tres eventos de la temporada lluviosa aluden a esos tres momentos en que la Palabra de Dios –tal como la lluvia que cae del cielo– descendió sobre su pueblo:
1.- Lluvias tempranas: Las tablas de la Ley
2.- Lluvias torrenciales: El Señor Jesucristo
3.- Lluvias tardías: El Espíritu Santo
Enseguida te explico el significado profético de cada una de ellas:
Las lluvias tempranas
“Porque se resquebrajó la tierra por no haber llovido en el país, están confusos los labradores, cubrieron sus cabezas”. Jeremías 14:4
La estación lluviosa comenzaba con la ligera lluvia que aflojaba la tierra seca.
Solo duraban unos pocos días, una semana cuando más, pero eso era justo el tiempo y la cantidad necesaria de agua que la tierra, endurecida y agrietada por la inclemente estación seca previa, necesitaba para comenzar a ser arada.
Por lo regular eran ligeras, pero el efecto en la tierra de esa primera lluvia era absolutamente sorprendente. Gracias a lo nutrido y humedecido que quedaba el suelo, poco más adelante, luego de haberla arado y sembrado correctamente, comenzaban a surgir los primeros brotes tiernos.
La tierra de Israel, como ya dijimos, endurecida y agrietada por el verano desértico (Jeremías 14:4) literalmente volvía a la vida ante los asombrados ojos de los hombres. Las lluvias tempranas eran la más milagrosa y amorosa manifestación Divina de aquellos días:
Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en El Señor vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite. Joel 2:23-24
Significado profético de las lluvias tempranas: La Ley de Moisés
Como ya he dicho, así como las lluvias significaban la vida, también la Palabra de Dios es vida:
“No se trata de PALABRAS sin sentido, sino que se trata de su propia VIDA. Por medio de esta ley ustedes PROLONGARÁN SU VIDA sobre la tierra al otro lado del Jordán, adonde ahora se dirigen para tomar posesión de ella”. Deuteronomio 32:47
Las lluvias ligeras con las que comenzaba el ciclo agrícola preparando la tierra para ser sembrada simbolizan la Palabra de Dios que llegó a los corazones endurecidos del pueblo por medio de la Ley entregada a Moisés:
“Este es el mismo Moisés que estuvo en el desierto con todo el pueblo y con nuestros padres, y que en el monte Sinaí les comunicaba lo que el ángel le decía. Fue él quien recibió las PALABRAS DE VIDA que debía comunicarnos”. Hechos 7:38
Asimismo, también representa a los profetas que, enseguida del arribo de la Ley, comenzaron a preparar al pueblo de Dios para la llegada de Jesucristo y posteriormente del Espíritu Santo:
“Y conoceremos, y proseguiremos en conocer al Señor; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra”. Oseas 6:3
Así como la lluvia temprana, que sensibiliza la tierra y la dispone a ser sembrada, la Palabra de Dios sensibilizó y preparó los corazones de su pueblo mediante las tablas que fueron entregadas a Moisés.
Las lluvias torrenciales
Inmediatamente después de las lluvias tempranas llegaban las lluvias torrenciales, no solo regando con abundancia los campos sembrados sino también llenando los depósitos de agua para todo el año. En general las primeras lluvias se esperaban con ansia y preocupación (Santiago 5:7) pero las torrenciales eran recibidas con júbilo (Hechos 14:7) pues de estas literalmente dependía la vida de toda la nación, ya que garantizaban el alimento para el siguiente ciclo.
Significado profético de las lluvias torrenciales: Jesucristo
Las lluvias torrenciales que permitían el crecimiento de las espigas son la Palabra de Dios que descendió a la tierra por medio del Señor Jesucristo.
“La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”. Juan 1:17
Así como todos los años después de las lluvias tempranas se esperaban con ansia las lluvias torrenciales que traerían vida a la nación, la llegada del Señor era muy esperada pues daría vida a Israel (Lucas 2:25-38).
Las lluvias torrenciales significan las Palabras de Vida de nuestro Señor Jesucristo:
“Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes PALABRAS DE VIDA ETERNA”. Juan 6:68
Así como las lluvias tempranas significan la Palabra de Dios que por medio de las tablas entregadas a Moisés ablandaron y penetraron en el corazón humano endurecido como la piedra preparándolo para la siembra, las lluvias torrenciales simbolizan la vida plena y productiva que trae la abundante riqueza de las Palabras de nuestro Señor en la tierra fértil de los corazones de su pueblo.
Jesucristo, las lluvias torrenciales y los manantiales de agua viva
Las lluvias torrenciales no solo regaban los campos ya sembrados dándoles vida y fertilidad, sino que también llenaban los depósitos de agua para todo el año.
Así que el agua viva, es decir, el agua pura que brota del manantial, también viene del cielo. Los manantiales dependen de la lluvia y cuando llueve poco o completamente deja de llover el agua que de ellos brota se torna escasa e inclusive cesa su flujo.
Aun cuando se vea fluir el manantial del propio suelo lo cierto es que es la lluvia la que lo nutre. Porque es el agua de la lluvia, que se ha filtrado a través de la tierra, la que brota a la superficie en forma de surtidor o manantial yendo a alimentar después algún lago o río que la conduce al mar, de donde pasa en forma de vapor a las nubes las cuales nos la devuelven convertida en agua nuevamente bajo la forma de lluvia.
Las Palabras de nuestro Señor Jesucristo son el agua viva que brota limpia y pura del manantial que está en los depósitos debajo de la buena tierra, que son los corazones de los hombres que obedecen a Dios y hacen su voluntad:
“Jesús le respondió: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”; tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”. Juan 4:10 RVC
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y en voz alta dijo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Del interior del que cree en mí, correrán ríos de agua viva, como dice la Escritura”. Juan 7:37-38 RVC
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Juan 3:5
“Señor, esperanza de Israel, todos los que te abandonan serán avergonzados; los que se apartan de mí serán como nombres escritos en la arena, por haber abandonado al Señor, que es manantial de aguas vivas”. Jeremías 17:13 RVC
“Cuando llegue ese día, de Jerusalén brotarán aguas vivas, y la mitad de ellas se irá hacia el mar oriental, y la otra mitad se irá hacia el mar occidental, lo mismo en verano [estación seca] que en invierno [estación lluviosa]”. Zacarías 14:8 RVC
Las lluvias tardías
Enseguida de las lluvias torrenciales se presentaban las delicadas lluvias tardías, que cerraban la estación lluviosa y servían para completar la maduración de los granos de trigo y cebada, entre otros.
“En la alegría del rostro del rey está la vida, Y su benevolencia es [delicada y suave] como nube de lluvia tardía”. Proverbios 16:15
Sin las lluvias tardías las cosechas simplemente no maduraban, pues su alternancia con el sol permitía que el grano alcanzara su nivel óptimo para el consumo.
Significado profético de las lluvias tardías: el Espíritu Santo
“Y voy a derramar aguas sobre el desierto y ríos sobre la tierra seca, y también voy a derramar mi Espíritu sobre tu generación, y mi bendición [la lluvia] sobre tus renuevos”. Isaías 44:3
Las lluvias tardías representan el descenso del Espíritu Santo a los corazones de su pueblo a partir de Pentecostés:
“Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y sopló y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos. Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse”. Hechos 2:1-4
Por eso, las lluvias tardías simbolizan la presencia de nuestro Dios en los momentos que son decisivos para la maduración de nuestra fe. Tal como las lluvias tardías permitían que las cosechas se maduraran para que pudieran recogerse, en la última etapa el Espíritu Santo ha madurado a los creyentes antes de la siega:
“Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”. Lucas 3:17
Al final de los tiempos El Espíritu Santo de Dios ha estado encargándose de madurar la cosecha de su pueblo antes de ser recogido:
¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos [dorados, maduros] para la siega. Juan 4:35
Recapitulando
La Palabra de Dios está simbolizada por la lluvia que desciende del cielo. Han sido tres los momentos de la Historia de Israel en los que la Palabra ha descendido a su pueblo, estos tres momentos están representados corresponden a la estación de lluvias:
Lluvias tempranas: las tablas de la Ley son entregadas a Moisés.
Lluvias torrenciales: El Señor Jesucristo llega a su pueblo.
Lluvias tardías: El Espíritu Santo desciende sobra la nación santa.
Como podrás darte cuenta se han cumplido los eventos proféticos de la estación lluviosa, siendo el último –las lluvias tardías que representan el descenso de la Palabra de Dios por medio del Espíritu Santo– en el que estamos situados.
Proféticamente hablando, el tiempo de las lluvias tardías está por terminar dando con ello inicio a la siguiente temporada que es la siega. Pero de todo ello hablaremos en el próximo capítulo.
Este contenido es parte del estudio bíblico:
La profecía bíblica y su relación con el ciclo agrícola en el antiguo Israel